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I Conde de los Andes

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I Conde de los Andes

D. José de La Serna y Martínez de Hinojosa nació el 28 de Julio de 1770 en Jerez de la Frontera. Entró en la carrera militar como cadete a la temprana edad de 12 años. Participó en la Guerra del Rosellón y en la Guerra de Independencia, donde destacó en la batalla de Bailén y en la defensa de Zaragoza. En el segundo sitio a esta ciudad fue hecho prisionero y llevado a Francia de donde escapó a través de Austria y Salónica.

José de La Serna es el último eslabón de la larga cadena de hombres que gobernaron en América por mandato y sustitución del Rey de España. Su tiempo en América, primero como General en jefe del ejército del Alto Perú y luego como Virrey transcurre a lo largo de los años en que se consolida la independencia americana, durante la segunda fase de la emancipación. 

El movimiento independentista había tenido su origen en las abdicaciones de Bayona y la ocupación de la España peninsular por los ejércitos napoleónicos. América consideró quebrantados sus vínculos de sujeción al monarca, que se mantenía cautivo, y no aceptó la sumisión a las diferentes juntas formadas en la península. Se constituyeron unas propias en distintos puntos y se acostumbraron a gobernarse por sí mismos. Esto enseñó el camino de la emancipación a la clase directora, criollos blancos y mestizos.

Dos factores son importantísimos para la independencia de América:

  • La derrota de Trafalgar que supuso el tiro de gracia para la Armada española. La Marina Real había sido el arma de la que dependieron los virreinatos trasatlánticos; durante doscientos años esa fuerza consiguió el dominio del Pacífico y del Atlántico central y meridional, y en el último siglo pudo seguir conteniendo las aspiraciones de ingleses, holandeses y franceses. Además constituía la única comunicación posible con tan extensas regiones. España se queda sin Armada, sin fuerzas para hacerse respetar en el mar y falta de ellas los virreinatos americanos quedaron huérfanos de toda ayuda.
  •  La decisiva importancia que tuvo el golpe de Estado de Riego en las Cabezas de San Juan, en enero de 1820. Cuando los ejércitos contendientes en uno y otro bando oscilaban alrededor de los siete mil hombres, una masa armada de 18.000 soldados desembarcando en Montevideo hubiera supuesto acabar, al menos momentáneamente, con la independencia americana al sur del ecuador. Ese ejército nunca llegó.

El General La Serna llega a América en 1816. La desastrosa política del Virrey Pezuela conduce a la emancipación de Chile y el posterior desembarco de San Martín en el Perú. El pronunciamiento de Aznapuquio, en enero de 1821, en el que los militares obligan a Pezuela a renunciar y proclaman a La Serna como Virrey, modificó radicalmente la situación. A los patriotas les permitió ocupar Lima y proclamar la Independencia del Perú, a los realistas retirarse a Cuzco y cambiar la derrota en victorias.

La Serna es un caso atípico entre los virreyes, no es un gobernante en su palacio, sino un general al frente de su ejército. Para el virrey La Serna, las preocupaciones empiezan en cómo alimentar y pagar a las tropas y continúan con los movimientos militares necesarios para contrarrestar a un enemigo que ha invadido el territorio. A pesar de tantos pesares, el ejército realista puso su honor en afrontar las numerosas dificultades con la lealtad por bandera, y durante el mandato de La Serna se levantó como un ave fénix de sus cenizas, para ofrecer al Rey cuatro años de victorias.

El resurgir del ejército español en el Cuzco y la secuela de victorias fue tanto más meritoria cuanto que el aislamiento del Perú realista, especialmente a partir de 1820, fue de tal magnitud que incluso las noticias llegaban a través del territorio emancipado. Venció en las batallas de Torata, Moquegua y Zepita contra fuerzas patriotas chilenas, peruanas, colombianas, venezolanas y ecuatorianas; y pudo haber acabado con Bolívar sino hubiera sufrido por la traición de Olañeta, su General del ejército del Sur, que lo quiso derrocar por liberal. Venció a Olañeta pero su ejército quedó exhausto y dividido, momento que aprovechó el General Sucre para derrotarle en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. El problema de La Serna era que los patriotas se podían permitir un sinfín de derrotas pero una sola de los realistas significaba su expulsión de América. 

Bolívar en carta al General Canterac, lugarteniente del Virrey, afirmó: 

“… puedo decir que la conducta de ustedes en el Perú como militares, merece el aplauso de los mismos contrarios. Es una especie de prodigio lo que ustedes han hecho en este país. Ustedes solos han retardado la emancipación del Nuevo Mundo, dictada por la naturaleza, y por los destinos. (…) Suplico a usted se sirva ofrecer mis sinceros respetos al señor General La Serna, cuyas heridas, aunque dolorosas, le cubren de honor”. 

El rey Fernando VII reconoció su heroísmo y fue recompensado con honores agradeciéndole con el título de Conde de los Andes. A su vuelta a España fue brevemente gobernador de Granada y murió en Cádiz, en julio de 1832, a los 62 años de edad.